Asociación Cultural Flamenco del Norte

«Nosotras nos sentimos integradas, pero muchos gitanos no lo están y hay que correr esa cortina»

«Este es un trabajo largo, de muchos años y cada día tenemos que estar abriendo nuevas brechas»

 Cada año, el 8 de abril, miles de gitanos se acercan a algún río para depositar flores y velas encendidas, en recuerdo de sus antepasados: aquéllos que abandonaron la India buscando un futuro mejor y aquéllos que sufrieron persecución y discriminación en cualquier lugar del planeta. También en el río Bidasoa se celebró ayer esta ceremonia, de la mano de la asociación cultural Flamenco del Norte.

Su presidenta, María Jiménez, explicaba, horas antes, en el gazteleku Martindozenea, el sentido del Día Internacional Romaní. «Junto con la bandera y el himno gitanos, el 8 de abril se institucionalizó como nuestro día en el congreso celebrado en Londres en 1971, al que acudieron gitanos procedentes de 25 países», decía. «Allí se rindió un homenaje a todas las víctimas gitanas del genocidio nazi y por extensión, a todas las personas que han sido perseguidas, marginadas y discriminadas por ser diferentes».

La bandera gitana -«que tiene la rueda del carro y los colores azul y verde, como símbolo de las posesiones de un pueblo que tiene por techo el azul del cielo y por suelo el verde de los campos»- presidió los actos celebrados en el Día Internacional Romaní. Las representantes de Flamenco del Norte explicaron que la comunidad gitana «está constituida en Europa por más de 10 millones de personas que habitan en numerosos países de todo el mundo. En Europa, constituye la minoría étnica más importante y numerosa con más de 8 millones de personas. En España, viven 7.000 gitanos repartidos por todos los municipios, pero no sabemos exactamente cuántos estamos en Irun».

Las mujeres de Flamenco del Norte son especialmente activas en la lucha por la integración. Esta asociación cultural nació en 1950, de la mano de Caminos Jiménez, «una gitana de Pamplona, que era mi abuela», decía orgullosa María. «Ella tuvo esa inquietud y a mí me viene de cuna. Hemos estado sujetas a la discriminación y a la subordinación, hemos tomado conciencia de ello y juntas hemos empezado a luchar por la igualdad de derechos. Con mucho miedo al principio, pero ahora con mucho entusiasmo».

Begoña Jiménez, madre de María, sabe que el camino que han emprendido «Es difícil. Hay que trabajar todos los días y no va a ser trabajo de unos pocos años, sino de muchos. Nosotras nos sentimos integradas, pero hay muchas gitanas que no. Lo que nosotras queremos es correr esa cortina de prejuicios que hay contra el pueblo gitano. En nuestra comunidad, hay gente buena y gente mala, como en todos los grupos. El problema nuestro es que si un gitano roba, la conclusión es que los gitanos roban».

Para conseguir ese objetivo, Flamenco del Norte trata de adquirir formación día a día, movilizando recursos, informando, estimulando la participación social de las mujeres. «Nos queda mucho por aprender», dice María. «Intentamos hacer una labor de equipo, fortaleciendo la red de mujeres gitanas. Estamos embarcadas en una historia difícil pero apasionante, porque cada día hay que abrir nuevas brechas».