La mujer gitana ha sido un modelo increíble de trabajo, ha sido el centro de la vida de la familia gitana, con una dedicación excepcional para sus hijos e hijas, para su marido y para el resto de los familiares por las dos partes. La historia está ahí para demostrarlo. Pero la mujer gitana del siglo XXI, como la mujer en general, ha de ser capaz de compartir sus experiencias familiares con su capacidad laboral, con su autonomía económica, con su inteligencia aplicada a tantos servicios.
Uno de los cambios más importantes para la mujer gitana es esa apertura hacia el mundo del trabajo. El asociacionismo femenino gitano, las políticas formativas, la reflexión sobre los roles a jugar dentro de la vida familiar han de ir en esa dirección, en una época bien complicada tanto fuera como dentro del mundo gitano, en los que, pese a los discursos dominantes, sigue siendo bien difícil la compatibilidad para las mujeres de la vida laboral y de la vida familiar. Por eso hemos de buscar alternativas dentro de nuestra cultura:
El futuro del pueblo gitano está en conseguir puestos de trabajo que permitan el no tener que pedir ayudas sociales y vivir en condiciones normales.
El pueblo gitano no quiere limosnas, quiere trabajar para vivir dignamente y educar a sus hijos y a sus hijas por un mundo de igualdad y, para esto, necesitamos el apoyo institucional y, sobre todo, familiar. Ha llegado el momento de abordar el futuro de las gitanas con valentía y tenemos que romper con las malas costumbres y tradiciones, que no permiten una evolución en nuestro desarrollo personal, porque sin igualdad laboral no hay avance social.